Amarante se convierte en el destino ideal para celebrar un romántico San Valentín en Portugal.
11/02/2025

Cada 14 de febrero, el día de San Valentín se convierte en una celebración del amor en sus múltiples formas. Aunque tradicionalmente se asocia con las parejas, en la actualidad esta fecha también es una oportunidad para rendir homenaje al amor entre amigos, a la familia y, por qué no, al amor propio. La historia que se esconde detrás de este día está ligada a San Valentín, un sacerdote que vivió en el siglo III y que se atrevió a desafiar al emperador de su época. Él celebraba matrimonios en secreto para aquellos que deseaban unirse en matrimonio, lo que le llevó a ser condenado a muerte. Sus restos mortales reposan en diferentes lugares, siendo una de las iglesias donde se pueden encontrar sus restos la de San Antón en el corazón de Madrid, así como en ciudades como Roma, Dublín y Praga. Aunque en Portugal no llegaron sus restos, los portugueses cuentan con su propio santo del amor: São Gonçalo, cuya historia está enraizada en una pequeña ciudad del norte del país.
Amarante, situada entre las montañas de Marão y Aboboreira y a solo 50 minutos en coche de Oporto, es conocida por su ambiente romántico, desde su propio nombre, que evoca el amor y el amante, hasta la imagen del puente de São Gonçalo que se alza con su iglesia y monasterio al fondo, y las casas que asoman sobre las aguas del río Tâmega.
Al cruzar el emblemático puente barroco que conduce al centro de Amarante, se encuentra la iglesia del convento de São Gonçalo, hogar de la tumba del santo que ha otorgado fama a la localidad. La tradición popular sostiene que este sacerdote del siglo XIII ayudaba a los enamorados a encontrar el amor y solucionar sus conflictos amorosos. Cada 10 de enero, en su día de celebración, el templo se llena de devotos que vienen a rendir homenaje al San Valentín luso. Esta festividad es acompañada por danzas folclóricas, música y procesiones, donde los vecinos también distribuyen el famoso pan de São Gonçalo.
La iglesia, destacada por su arquitectura barroca y rococó, es un ejemplo de la grandiosidad del convento fundado por monjes franciscanos en el siglo XVI. Además de albergar los restos del santo, el altar principal del templo es una muestra de su rica iconografía, representando momentos de la vida de São Gonçalo. Los visitantes no deben perderse el Museo Municipal Amadeo de Souza-Cardoso, que exhibe obras del célebre pintor modernista oriundo de la región.
Paseando por la calle de São Gonçalo, donde abundan tiendas, cafés y restaurantes, se puede llegar rápidamente a la oficina de turismo y al museo de Amarante, instalado en un edificio histórico que narra la evolución de la ciudad a lo largo de los siglos. A poca distancia, la iglesia de São Domingos y el solar dos Magalhães, una antigua mansión con más de 600 años de historia que simboliza la resistencia contra las tropas napoleónicas, también merecen una visita.
Explorando las calles adoquinadas del casco antiguo, es preferible dejarse llevar por la intuición y descubrir una serie de plazas con encanto y casas tradicionales. La ruta por las ruas 5 de Outubro, Bairro do Casal y rúa da Ponte ofrece un deleite visual con sus casas de piedra y balcones de hierro forjado, intercalados con pequeñas tiendas y acogedores cafés. Un alto en el camino en Tentações do Tâmega permite disfrutar de vistas al río y probar dulces típicos en un antiguo establecimiento que conserva su decoración original, como el Café Botica.
Los dulces son una parte fundamental de la cultura de Amarante; en las pastelerías locales se producen delicias como los papos de anjo, brisas do Tâmega, y los célebres colhões de São Gonçalo, que tienen una inusitada forma fálica y su historia se remonta hasta la época romana.
Para disfrutar de vistas espectaculares, se recomienda visitar el mirador de São Gonçalo o el tranquilo parque de Fontelo, que se encuentra a una corta distancia a pie del bullicio urbano. Alternativamente, el parque do Ribeirinho, que bordea el río Tâmega, ofrece un encantador entorno natural para un paseo sosegado, perfecto para culminar una visita romántica en la ciudad del Sant Valentín portugués.
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