Jóvenes, mujeres, personas bien vestidas, educadas y con formación. Los que viven en la calle no cumplen, en muchos casos, con los estereotipos marcados. No siempre están sucios ni sumidos en el alcoholismo. Ni son violentos o enfermos mentales. En un número sorprendente de casos, la suya podría ser la historia de cualquiera. Esa que una mala racha laboral o una decisión equivocada termina colocándolos en el último eslabón de la cadena. El que los hace invisibles a la sociedad a la que también pertenecen.

Sobre esto están trabajando las alumnas del Grado Superior de Integración Social del instituto Ben Gabirol. Han realizado una experiencia de aprendizaje de servicio con el centro de acogida nocturna de Cáritas Calor y Café.



“Visitamos Calor y Café y las alumnas venían impresionadas y de ellas surgieron las ganas de hacer algo con las personas sin hogar”, explica el profesor del centro David Enríquez. Eligieron la metodología pedagógica en la que “el alumno aprende en un contexto real mientras realiza un servicio después de haber analizado la problemática social y haber planteado una intervención”, agrega el docente.

Así que las 60 estudiantes –57 chicas y 3 chicos– se han dividido por parejas y grupos para acudir al centro de acogida todas las mañanas y participar en el desayuno, lavandería y otras labores que se realizan con los usuarios.

“Allí se han encontrado con una realidad distinta a la que esperaban, chavales recién salidos de los centros de protección de menores que se quedan en la calle, muchas mujeres, tenían una imagen estereotipada que se les está cayendo, porque pueden ver en ellos al vecino de al lado”, apunta Enríquez. Y subraya que la problemática de la calle se agrava mucho más con la crisis sanitaria consecuencia del Covid.

Una vez que su conocimiento sobre el terreno les derribó sus esquemas preconcebidos, llegó la hora de concienciar al resto del instituto. Han realizado una campaña de visibilización con charlas, cartelería y vídeos que, además, están difundiendo a través de las redes sociales.

“Quieren explicarle a los demás que esta realidad no puede pasar desapercibida, que esto le puede ocurrir a cualquiera y que está en manos de todos poner una solución”, añade el profesor. Las entidades malagueñas les están proporcionando datos para estudiar a fondo la problemática y, según sus cifras, aseguran que ha aumentado en un 70% las personas en situación de calle con la pandemia. El 30% son mujeres y la mitad ha sufrido agresiones.

“Lo más bonito de esta historia es que quieren tejer una red para que cualquier persona sepa cómo actuar”, comenta Enríquez. Piensan repartir unas tarjetas con los teléfonos de las entidades a las que pueden acudir o servir de mediadoras entre los recursos y sus posibles usuarios.

“El objetivo es sacar al máximo número de personas de la calle a través de esta red de concienciación”, agrega el docente. Y expone que la última fase es la recogida de productos básicos que están preparando en cajas personalizadas que entregarán en Calor y Café el 21 de diciembre.

“Las alumnas han superado nuestras expectativas con creces, se han implicado totalmente y se están planteando un voluntariado de larga duración”, indica el profesor. También subraya que este proyecto trasversal será evaluado con nota.

Elisa Criado, una de las alumnas participantes, asegura que le “impresionó su aspecto”, muy distinto “al que te venden”. “La primera vez que fui había más distancia, más respeto, no se atrevían a hablar, ahora les gusta que seamos testigos de su realidad”, dice. A su compañera Sara Domínguez le impactó ver como chicos de 18 y 19 años que emigraron sin nada salen de pasar la noche en Calor y Café para acudir a cursos de formación e intentar salir de su exclusión.

“Pretendemos hacer una red de apoyo, darles la importancia que merecen, porque parecen invisibles, pero queremos hacer ver que son parte de la sociedad, nos tenemos que preocupar más porque nos necesitan a todos”, sostiene otra de las alumnas, Ángela Muñoz.

Vicente Jiménez, director de Calor y Café, estima muy “positiva” la labor que está realizando el centro. “Les ha cambiado la visión, ya no lo perciben como algo ajeno y diferente, ven que forma parte de nuestro entorno y que podemos hacer algo”, afirma Jiménez y destaca que “están haciendo un trabajo enorme en el instituto e intentando transmitir el mensaje más allá, es una labor estupenda en todos los sentidos”. Desde noviembre hasta finales de enero estarán las estudiantes acompañando a los voluntarios de este centro de Cáritas Diocesana.

Las entidades de acogida se sienten “desbordadas”

La crisis del Covid, que ha provocado un aumento de personas en situación de calle, se agrava con la llegada del frío y “nos sentimos desbordados”, reconoce el director de Calor y Café. Las 17 plazas actuales –recortadas por el protocolo sanitario– se ocupan cada noche y no son pocos los que llegan pidiendo mantas o algo caliente que tomar. No siempre tienen recursos para atenderlos a todos ni se lo permiten las medidas de contención del virus. Las situaciones son complejas, como dice Jiménez, y aún así siguen situando a las personas en el centro de su intervención. “Ellos son lo más importante, intentamos que tomen el timón de sus vidas, tenemos que recuperar a las personas desde la motivación”, concluye.

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