La familia política de Cristina Pedroche: un vistazo a su vínculo y relaciones actuales.

Cristina Pedroche y su familia política disfrutan de momentos entrañables juntos en la nueva serie documental “UniverXO Dabiz”, creada por su esposo, David Muñoz, que se puede ver en Netflix. Este programa ha permitido vislumbrar la conexión cercana que tiene Cristina con sus suegros y su cuñado, a pesar de su habitual deseo de mantener la privacidad de su entorno familiar.

En uno de los episodios, la presentadora, que tiene 36 años, comparte un almuerzo en el famoso restaurante Viridiana con sus suegros, Agustín Muñoz y Rosa Rosillo, así como con su cuñado, Jorge Muñoz. Este evento es especial no solo por la compañía, sino también por el conocido estilo reservado de Pedroche respecto a su vida familiar.

Al llegar al restaurante, Cristina saluda a su suegro con un beso y se abraza a su cuñado, mostrando la calidez de su relación. Su suegra, Rosa, le nota el cansancio y le pregunta si no ha podido descansar bien, a lo que Cristina responde con humor: “No me deja vivir”. La reunión también sirve de ocasión para hablar de Laia, la hija que espera la pareja, con David expresando su entusiasmo por enseñarle a cocinar desde temprana edad.

Durante la comida, surge un divertido debate entre David y su madre sobre quién de los dos es el mejor cocinero, mientras Cristina, haciéndose eco de este buen ambiente, recuerda que su suegra tiene más experiencia en la cocina. Rosa no duda en respaldar a su hija política, señalando que el chef ha aprendido de ella a lo largo de los años.

La conversación transcurre con anécdotas del pasado de David, especialmente sobre su pasión por la cocina desde niño. Su madre recuerda cómo siempre estaba interesado en ayudarla en la cocina, haciendo elaboraciones como croquetas. Su hermano Jorge también comparte este aspecto del pasado familiar, anotando que aunque David no era un gran lector de novelas, devoraba libros de recetas con entusiasmo. Jorge, sin embargo, expresa su añoranza por no pasar tanto tiempo con él, reflexionando sobre los sacrificios que ha hecho para llegar a ser uno de los mejores cocineros del mundo.

Agustín, el padre de David, añade una perspectiva interesante, al mencionar cómo la tradición familiar de salir a comer a restaurantes influyó en la vocación de su hijo como chef. Recuerda con cariño una visita al restaurante Viridiana cuando David tenía apenas ocho años, donde pidió la receta de un paté, creando así un vínculo con su futuro ídolo, el chef Abraham García. Este mismo lugar se convertiría más tarde en el escenario de sus prácticas tras finalizar un curso de cocina.

Rosa también destaca el sacrificio económico que la familia realizó cuando David decidió abrir su primer restaurante, vendiendo su vivienda para financiar su sueño. Ahora, con orgullo, observa cómo su hijo ha sido reconocido como el mejor cocinero del mundo por tercer año consecutivo, consolidando así una historia de éxito alimentada por la pasión y el apoyo familiar.

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