Los comportamientos infantiles revelan intenciones y necesidades subyacentes significativas para su desarrollo emocional y social.
03/01/2025
Enseñar a nuestros hijos a reconocer y gestionar sus emociones es fundamental en su desarrollo, ya que nuestra misión como padres no debe ser eliminar las dificultades de su vida, sino brindarles el apoyo necesario para que puedan enfrentarlas con confianza. Esta perspectiva proviene de dos reconocidos especialistas en la materia, Isabel Cuesta y Daniel Pérez, psicóloga especializada en Disciplina Positiva y neuropsicólogo infantil, respectivamente, quienes son también padres de tres hijos y cofundadores del proyecto Educa en Positivo. A través de este proyecto, han estado ayudando a miles de familias a abordar aspectos fundamentales en la crianza. Recientemente, charlamos con ellos sobre su segundo libro ilustrado orientado al público infantil, Mis emociones molan (Ed. Beascoa), una obra diseñada para que los pequeños aprendan a utilizar sus propios recursos en la regulación emocional.
¿Por qué es crucial que los niños aprendan a identificar sus emociones desde temprana edad?
Para favorecer su salud emocional y mental. Aunque no podemos prevenir todas las dificultades que enfrenten, sí podemos prepararlos para la vida. Esto incluye enseñarles que no existen emociones 'buenas' o 'malas', sino que todas tienen su función y nos ofrecen información valiosa. Además, es fundamental aprender a navegar por estas emociones sin causarnos daño a nosotros mismos ni a los demás.
Es importante entender que tratar de evitar las emociones o distraer a los niños para que no las sientan puede enviar un mensaje erróneo: que sentir ciertas cosas está mal. Esto podría ser un terreno fértil para el desarrollo de adicciones, lo que hace vital un buen acompañamiento emocional como prevención.
¿Qué enseñanzas encontrarán los niños en vuestro libro?
El libro se adentra en cada emoción, explicando de forma clara qué nos comunican sentimientos como la frustración, la tristeza o la envidia, utilizando situaciones cotidianas con las que los niños pueden identificarse fácilmente. Además, enfatizamos la importancia de no etiquetar, ya que nuestras acciones no definen quiénes somos, e incluimos preguntas que animen tanto a adultos como a niños a reflexionar en conjunto.
¿Cuál es la relevancia de que los niños reconozcan las emociones de los demás?
La empatía es una habilidad esencial para la convivencia. Facilita la conexión con los otros y fortalece nuestra comunidad. Dado que los seres humanos son interdependientes, es crucial fomentar esta conexión. Un buen ejercicio para incentivar la empatía puede ser preguntar: “¿Cómo crees que se sintió tu amigo cuando le quitaste el juguete?” en lugar de “¿Cómo te sentirías tú?”
¿A qué edad son capaces de reconocer las emociones ajenas?
Esto varía según la madurez de cada niño. La teoría de la mente plantea que, aproximadamente entre los tres y cuatro años, se desarrolla la habilidad para entender los estados mentales propios y ajenos.
¿Qué estrategias se pueden utilizar para enseñar empatía a los niños desde pequeños?
Es esencial que los adultos demostremos empatía. Cuando comprendemos que el comportamiento de los niños es solo una parte de un todo, será más sencillo ayudarles a encontrar soluciones. Esto implica poner en práctica la empatía, poniéndonos en su lugar y no limitándonos únicamente a corregir su conducta.
Así como interpretamos el llanto de un bebé como una señal de necesidad, los comportamientos de los niños también suelen tener un significado. Esta es la enseñanza que compartimos en nuestros talleres: cambiar nuestra interpretación de sus acciones modificarán nuestras reacciones hacia ellos.
Por ejemplo, un día nuestro hijo rayó una de las escaleras de casa con una piedra. En un primer momento, mi reacción fue la de enfado, pensando que estaba estropeando la escalera. Sin embargo, elegí calmarme y preguntar con curiosidad. Resultó que intentaba reproducir las marcas del suelo que había visto en distintos lugares para mantener la distancia durante la pandemia del COVID. Esta nueva comprensión transformó mi frustración en entendimiento, y tras una conversación, él mismo se dio cuenta de que no necesitaba marcar la escalera y buscó una forma de reparar los daños. Aunque no quedó perfecta, el aprendizaje fue valioso, y me emociona haber optado por este enfoque educativo con mis hijos.
Se menciona claramente el uso de etiquetas; ¿por qué resulta perjudicial etiquetar a los niños?
Las etiquetas son fáciles de asignar, pero complicadas de eliminar. Pueden influir de manera negativa más de lo que pensamos. Si un niño es llamado vago, intenso o pesado, es probable que se lo crea y actúe de acuerdo con ello, buscando encajar en esa etiqueta. Igualmente, cuando se le dice que es perfecto o muy inteligente, puede sentir la presión de cumplir con esas expectativas, lo que podría derivar en inseguridades o ansiedad. En resumen, no hay etiquetas que sean beneficiosas.
¿Qué deben comprender los adultos al enseñar a los niños sobre la gestión emocional?
Lo que deseamos que ellos aprendan, primero debe ser asimilado por nosotros. El verdadero cambio comienza en los adultos. Muchos de nosotros no hemos crecido en entornos donde nuestras emociones fueran validadas, así que es un reto aprender y ponerlo en práctica. Aunque nuestro automatismo suele ser fuerte, con perseverancia y la aceptación de nuestros errores, así como trabajando en equipo con la familia, es posible lograr un cambio significativo. Las familias que participan en nuestros talleres han notado una reducción considerable en los gritos, los castigos se vuelven innecesarios y se fomenta una mayor colaboración y comprensión.
¿Debemos los adultos aprender a gestionar nuestras propias emociones antes de enseñarles a los niños?
Por supuesto, es imprescindible que nos reconciliemos con nuestras emociones para poder guiar a nuestros hijos y a los demás en su manejo. Lo alentador es que el amor por nuestros hijos puede motivarnos a cambiar, lo que beneficiará no solo nuestra dinámica familiar, sino también nuestras interacciones sociales. Este esfuerzo es una inversión en mejorar nuestra vida y la de quienes nos rodean.
¿Qué consejos daríais a los padres cuyos hijos tienen dificultad para manejar sus emociones y enfrentan frustraciones?
Primero, es recomendable disminuir las expectativas. A menudo creemos que al explicarles sobre una emoción, esta desaparecerá. Además, es importante preguntarse: ¿quién experimenta más frustración, el niño o el adulto que observa su frustración?
La meta como padres no debe ser eliminar los obstáculos, sino dotar a nuestros hijos de la seguridad necesaria para enfrentar y superar las dificultades. La lectura de Mis emociones molan puede ser un excelente primer paso para comenzar a comprender las emociones y apoyar tanto las suyas como las nuestras.
Si quieres conocer otros artículos parecidos a Los comportamientos infantiles revelan intenciones y necesidades subyacentes significativas para su desarrollo emocional y social. puedes visitar la categoría Sociedad.
Deja una respuesta