San Felices de los Gallegos destaca por su encanto histórico en la frontera salmantina.
12/02/2025

La historia, con sus giros impredecibles, ha convertido a San Felices de los Gallegos en un lugar precioso que ha sido objeto de deseo para diversos reinos, cambiando de dueño al compás de la historia. Este asentamiento, que se encuentra en los límites de la provincia de Salamanca, está estratégicamente ubicado en la raya, el área donde el río Águeda, que desemboca en el Duero, actúa como frontera natural entre España y Portugal.
Por su ubicación geográfica y otros acontecimientos históricos, esta pintoresca localidad, reconocida como conjunto histórico por su impresionante legado arquitectónico, se destaca hoy como la población que ha sido parte de Portugal en más ocasiones y la que ha regresado más veces a manos españolas sin conflictos. Además, hubo episodios en los que incluso los franceses, tras la Guerra de la Independencia contra Napoleón, la ocuparon durante un tiempo.
Las disputas, invasiones y enfrentamientos han marcado su historia, la cual fue favorecida, hay que decirlo, por ciertos privilegios concedidos por la Corona. Esto se percibe en cada esquina de sus calles, que parecen decoradas para una producción cinematográfica medieval. En esta villa, que llegó a contar con hasta cinco fortificaciones, todo evoca el tiempo de caballeros con pesadas armaduras, que vivían según códigos de honor y lealtad.
MURALLAS Y CASTILLOS
Lo más destacado de San Felices es el conjunto arquitectónico que incluye el castillo del siglo XII, la fortificación del XVIII y la Cerca Vieja, es decir, la parte de la antigua muralla que se puede recorrer por encima. Entre estas construcciones, la torre del Homenaje se erige como símbolo, no solo por su notable apariencia visible desde lejos, sino por la historia que encierra: un labrador logró detener su demolición, protegiéndola de la ruina. Hoy en su interior, hay un centro de interpretación que narra la historia de la localidad.
Asimismo, es interesante visitar otros edificios religiosos, como el convento de la Pasión, erigido a comienzos del siglo XVI, y las ermitas del Rosario y del Divino Cordero, que se consideran el corazón de la devoción no solo de este pueblo, sino también de las localidades cercanas. La iglesia de Nuestra Señora entre Dos Álamos, que sufrió un devastador incendio, conserva su portada románica y la torre de las Campanas, una de las edificaciones más antiguas del lugar, asociada al castillo como acceso monumental.
UNA GASTRONOMÍA EXQUISITA
San Felices no solo atrae a los visitantes por su patrimonio histórico, sino también por su oferta gastronómica. Este es el caso de Mesa del Conde (mesadelconde.com), un restaurante ubicado en la antigua casa del médico, que actualmente también sirve como centro de turismo rural con siete habitaciones dobles. Su carta, como su nombre indica, presenta platillos de alta calidad, desde guisos tradicionales como los de las abuelas hasta hamburguesas de buey, sin olvidar revueltos de farinato, un embutido típico salmantino elaborado con manteca de cerdo, y patatas a la importancia.
La excelencia también se encuentra en el Museo del Aceite El Lagar del Mudo, que ocupa una antigua almazara restaurada, lo que le ha valido varios reconocimientos. Este espacio ofrece una fascinante experiencia donde los visitantes pueden seguir el proceso de la aceituna desde su recolección hasta convertirse en el apreciado aceite de oliva, uno de los grandes tesoros de la región. Además, aquí se cultiva una variedad de oliva única en el mundo: la zorzal.
ENTORNO NATURAL EXCEPCIONAL
Aparte de los olivares, el verdadero dominio está en las viñas que rodean esta población, que forma parte de la Ruta del Vino de Arribes del Duero. Este itinerario se convierte en la excusa perfecta para explorar una naturaleza impactante. Aquí también se cultivan cepas milenarias (bruñal, tinta jeromo, puesta en cruz…) que las bodegas están intentando recuperar. Algunas, como El Hato y el Garabato, en Formariz, o Frontío, en Fermoselle, son excelentes representantes del cariño por esta tierra mágica y poco conocida.
En la zona donde el Duero se encajona entre formaciones rocosas de granito durante 180 kilómetros, uno se encuentra con un paisaje marcado por profundas hoces, escarpadas orillas y cascadas sonoras que emergen de un entorno de vegetación tanto atlántica como mediterránea. Este es un parque natural que forma parte de la Reserva de la Biosfera Transfronteriza Meseta Ibérica, la más extensa de Europa.
Nada se compara con la experiencia de admirar sus impresionantes miradores, donde se contabilizan hasta 60 en la zona. Desde estas elevaciones, el cauce del río se despliega ante los ojos, observando el vuelo de aves como las cigüeñas negras, los buitres leonados, las águilas reales y los alimoches, que simbolizan la esencia del parque natural. Entre todos ellos, el mirador del Fraile, suspendido sobre las paredes de granito, regala una perspectiva insuperable. Sin embargo, el gran atractivo que nadie debería perderse es un paseo en barco por el río, donde una vez más, España se sitúa a un lado y Portugal al otro, como en San Felices de los Gallegos.
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