Stephen Bogart comparte sus experiencias de crecer con padres icónicos, Humphrey Bogart y Lauren Bacall.

Stephen tenía apenas ocho años cuando Humphrey Bogart falleció. Para él, su padre era una figura ausente, alguien a quien apenas veía en casa; sin embargo, para el mundo del cine, se apagaba una gran estrella: el inolvidable Rick de Casablanca y Charlie, el marinero perdido en La Reina de África.

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El célebre intérprete falleció el 14 de enero de 1957, dejando este mundo a los cincuenta y siete años. Su vida se extinguió demasiado pronto. Más de setenta años después, Stephen H. Bogart evoca recuerdos de su padre, con la compañía de su madre, la icónica Lauren Bacall.

En el documental Bogart: Life Comes in Flashes —que aún no se ha presentado en España—, Stephen, con sus setenta y cinco años, se sitúa tanto tras las cámaras como ante ellas. En su papel como productor ejecutivo, comparte anécdotas sobre su padre en su rol de progenitor, una faceta que, quizás, no destacó tanto como su carrera cinematográfica.

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"El legado Bogart"

Durante el esplendor de Hollywood en los años 40, Humphrey Bogart era un actor consolidado, destacado en el cine negro. El autor de novelas policiacas Raymond Chandler comentó que era el único hombre en el mundo que podía lucir amenazante sin necesidad de una pistola.

Con una sola mirada penetrante, Bogart lograba paralizar a cualquier oponente; y su forma de hablar, como si cada palabra fuera una carga, aseguraba su atención inmediata. A los cuarenta y cuatro años, recibió la oferta de protagonizar Tener y no tener, una adaptación de un relato de Ernest Hemingway, con un guion de William Faulkner.

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Su coprotagonista iba a ser una joven actriz con una voz tan profunda que capturó la atención de todos, Lauren Bacall, quien entonces contaba con diecinueve años. Ella se enamoró perdidamente de Bogart, ya un hombre consumado tanto en el cine como en la vida. A pesar de las advertencias que recibió sobre las complicaciones de vivir junto a un hombre carismático y sarcástico, se unieron en matrimonio.

En el momento de su encuentro, Bogart ya había tenido dos matrimonios fallidos y su matrimonio con la actriz Mayo Methot se había tornado en una enemistad constante, agravada por su enemigo eterno: el alcohol.

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A pesar de ello, Bacall siguió su corazón y, el 21 de mayo de 1945, se convirtió en la cuarta esposa de Bogart. Juntos protagonizaron clásicos como El sueño eterno y Cayo Largo, donde su química fue indiscutible y cautivó al público. En 1949, llegó al mundo su primer hijo, Stephen, seguido de su hija Leslie pocos años después.

Desafiando todas las expectativas, Bogart y Bacall compartieron doce años juntos, separados solo por la muerte del actor. Se mantuvo en su lado hasta el último momento de su vida, enfrentando juntos el cáncer de esófago que lo consumió tras estrenar Más dura será la caída en 1956.

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Durante su funeral, el director John Huston compartió palabras sobre su amigo y colega, afirmando que “Humphrey amaba la vida, lo que significaba su familia, sus amigos, su trabajo y su barco. Nunca consideraría renunciar a todo eso, así que hasta el final, soñaba con un futuro mejor”. A pesar de su frágil estado, mantuvo la esperanza viva.

Stephen se quedó huérfano de padre a los ocho años, mientras la imagen de su padre crecía a niveles legendarios. En el documental, él comparte sinceramente: “No seguí sus pasos. Necesitaba entender quién era en realidad. Me llevó muchos años encontrarme con mi propia identidad en el contexto de ser hijo de Bogart”.

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‘¡Hola a todos! ¿Cómo estáis?’

En Hollywood, muchos hijos de celebridades han publicado obras críticas sobre sus padres. Un claro ejemplo sería el libro de Christina Crawford, quien describió a Joan Crawford como “la peor madre del cine”. Sin embargo, el relato de Stephen difiere notablemente.

Con el tiempo, ha intentado ser justo tanto con su padre como con su madre. Reconoce que él y su hermana a menudo se sintieron desatendidos, pero su perspectiva trata de comprender las circunstancias, sin resentimiento en sus palabras.

Sobre su padre, recuerda: “Regresaba del rodaje y buscaba cenar con mi madre. Decía: ‘¡Hola, niños!’, y así comenzaba la noche. Pero los niños éramos siempre los secundarios en las fiestas, donde el alcohol, el tabaco y la diversión eran los protagonistas.”

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Para Stephen, su padre prefería disfrutar de bebidas y compañía antes que pasar tiempo en casa. Uno de los episodios más complicados ocurrió cuando Bogart voló a África para filmar La Reina de África. Bacall lo acompañó, dejando a Stephen al cuidado de una niñera que, desgraciadamente, falleció durante el viaje.

Después de la infausta noticia, Bacall tomó una decisión que Stephen no ha olvidado: “¿Ir a África y divertirme con Bogie, Huston y Hepburn, o quedarme a cuidar al niño?”. Optó por la primera opción. Reflexionando sobre este momento, Stephen admite que no la culpa, aunque no cree que él hubiera elegido lo mismo.

Dicha aventura tuvo repercusiones profundas, como narra Stephen. Mientras Bacall disfrutaba en el set, él se sentía abandonado y la ausencia familiar pesaba mucho.

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"Cuando falleció, quedó devastada"

No hay duda de que Lauren Bacall amó profundamente a Bogart, a pesar de su apariencia dura. Él había tenido una infancia acomodada y una educación privilegiada.

Su cicatriz del labio superior, proveniente de su tiempo en la marina durante la Primera Guerra Mundial, se convirtió en parte de su imagen icónica. Paradoxalmente, esa marca fue clave para su carrera cinematográfica.

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Bogart escribió una emotiva carta a Bacall, donde expresaba su amor eterno por ella y su deseo de cuidarla siempre. Así lo hizo hasta el final, y Bacall correspondió a su amor.

Stephen relata que tras el fallecimiento de su padre, Bacall entró en una profunda crisis: “Se mudó a Londres, volvió al teatro en Nueva York, me llevaba con ella y se volvió a casar con Jason Robards, un hombre que se parecía a mi padre”.

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Durante años, Bacall se esforzó por mantener viva la memoria de Humphrey, transmitiendo a sus hijos valores importantes como la honestidad y el esfuerzo. Siempre les mostró la mejor faceta de su padre, sin olvidar su esencia.

No es la primera vez que Stephen reflexiona sobre su infancia. En 1995, publicó Bogart: en busca de mi padre, donde exploró su relación con su padre, alejándose del mito del astro de cine. Recordó que no conseguía recordar la voz de su padre más allá de los personajes de sus películas.

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Mientras Stephen ha intentado encontrar su lugar en el legado de sus padres, su hermana Leslie ha optado por una vida más privada. Ella ha trabajado como instructora de yoga y enfermera, alejándose del mundo mediático.

Una frase emblemática de Bacall, pronunciada en Tener y no tener, resume su amor: “Si me necesitas, silba”. El día de su boda, Bogart le obsequió un silbato de oro con esa inscripción. Su amor trascendió tanto la pantalla como el paso del tiempo, y aunque sus hijos enfrentaron momentos difíciles en su niñez, fueron concebidos de un profundo amor.