En una época anterior, la política estaba liderada por individuos que creían firmemente en sus ideales. Eran personas comprometidas, listas para luchar por sus convicciones, como Adolfo Suárez, Felipe González, Aznar, Carrillo, Anguita o Alfonso Guerra. Estos líderes se expresaban sin recurrir al insulto, la mentira, el chantaje o la amenaza. Sin embargo, todo eso ha quedado en el pasado, al igual que las protestas estudiantiles contra la corrupción gubernamental y los populismos, al menos en España.

Los jóvenes de hoy han migrado al mundo de los teléfonos móviles y las redes sociales, espacios de entretenimiento de bajo consumo energético para el complejo sistema neuronal. La mayoría de los españoles presencian los escándalos de corrupción del “sanchismo” con una pasividad preocupante. Pareciera que estos asuntos no les afectan directamente ni a sus bolsillos. La corrupción del gobierno de Sánchez se especializa en estafas millonarias, pero supuestamente bajo el lema de que “quien la hace la paga”, lo que teóricamente pondría al presidente tras las rejas.

En medio de estos escándalos, el presidente Sánchez enfrenta acusaciones de estar bajo la influencia de Mohamed VI de Marruecos, entre otros casos de corrupción y desvergüenza. Mientras tanto, el “sanchismo”, un producto del comunismo impulsado por Zapatero y representante oficial del narcodictador Maduro, intenta mantener su imagen moral intachable. Sin embargo, nuevos casos de corrupción salen a la luz, con implicaciones que se han mantenido ocultas por demasiado tiempo.

El ministro Ábalos es uno de los protagonistas de estos escándalos, con su desmedida soberbia y sus explicaciones cambiantes sobre el infame encuentro con Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas. Estos casos se suman a una larga lista de corrupciones que se archivan sin consecuencias, mientras el pueblo español observa con pasividad el deterioro de la ética política.

En medio de estos conflictos, surge el caso de Begoña Gómez, esposa de Sánchez, implicada en reuniones sospechosas con comisionistas y ejecutivos empresariales para tratar de nuevos negocios turbios. La hipocresía de algunos políticos se evidencia en su actuar ante estos casos, demostrando una falta de integridad y ética que deja al descubierto la trama de corrupción que envuelve a la política española.

La corrupción no deja de expandirse en la familia Corleone política, con casos que se acumulan sin que se puedan destapar por completo. Mientras tanto, la sociedad española se mantiene pasiva y temerosa ante la posibilidad de un cambio político que pueda recortar derechos y libertades. Es momento de reflexionar sobre la situación actual y tomar conciencia de la importancia de una política transparente y ética para el bienestar de todos los ciudadanos.

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